top of page
Buscar

“¿De qué está lleno el corazón?”

  • Foto del escritor: P. Manuel Hernández Rivera, MG
    P. Manuel Hernández Rivera, MG
  • 2 mar
  • 4 Min. de lectura

 VIII Domingo del Tiempo Ordinario

Ciclo C

Homilía 02 de marzo de 2025

Sir 27, 5.8; 1 Cor 15, 54-58; Lc 6, 39-45


ree

Hace tiempo leí el libro “La madurez humana” donde la autocrítica es un elemento necesario para alcanzar dicha madurez. La autocrítica es la capacidad de evaluar los propios pensamientos y comportamientos de modo que favorece el conocimiento de uno mismo y el reconocimiento de aciertos y áreas de oportunidad en las distintas dimensiones de nuestra vida.

            La autocrítica no es ajena para el cristiano, al contrario, es importante revisar lo que hay en nuestro corazón; se trata de una revisión en nuestro interior para contrastarlo con los valores del evangelio y la persona de Jesús, a quien hemos decidido seguir.

            ¿De qué está lleno nuestro corazón? Parece ser la pregunta motivadora de este VIII domingo del tiempo ordinario, pues el sermón del llano que ha pronunciado Jesús y hemos meditado los domingos anteriores con las Bienaventuranzas y el amor a los enemigos, termina con este bello versículo: “la boca habla de lo que está lleno el corazón”.

            El Señor Jesús después de compartir lo esencial de su evangelio y de la propuesta de su seguimiento, invita a su audiencia a una revisión interior para dar fruto en la construcción del Reino de Dios.

            “¿Puede un ciego guiar a otro ciego?” ¿Puede alguien que no se conoce a sí mismo orientar a otra persona? Inmediatamente respondemos que no. Alguien que no ha recorrido un camino o vivido una experiencia no puede guiar a otra persona en el mismo camino o experiencia. Lo mismo sucede en la dimensión de la fe, alguien que no tiene a Dios como centro de su vida no puede hablar de confianza plena en Dios; una persona que no se reconoce como pecadora no puede compartir la experiencia del perdón y de la misericordia; alguien que no autoexamina su vida no reconoce el paso de Dios por ella.

ree

            La revisión interior evidencia que para compartir el evangelio debemos revisar cómo lo estamos viviendo, aún más, con un poco de autocrítica podremos darnos cuenta de la tentación del orgullo espiritual o de creer que estamos cumpliendo todo cuando en realidad solo nos vanagloriamos y juzgamos a los demás. Por eso, el Señor insiste, “¿por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita!”.

       Es muy común entre los cristianos tener la tentación del perfeccionismo y el cumplimiento de las normas y leyes que al final solo esconden una falta de relación profunda y auténtica con Dios porque los medios son más importantes que el mismo fin: la amistad con Dios. Por esta razón es necesario la revisión interior y la autocrítica para no entorpecer la comunión con Dios y la construcción de su Reino.

            El autor del libro del Sirácide ofrece una imagen sobre esta revisión interior pues “al agitar al cernidor, aparecen las basuras”, esto es, si nos adentramos a nuestro corazón podemos ver lo que hay dentro.

            Pero nuestra prueba está en nuestra forma pensar, actuar y hablar en los diferentes contextos y realidades donde nos desenvolvemos, es decir, si hay congruencia o incongruencia en cada lugar en el que nos encontramos, así como “en el horno se prueba la vasija del alfarero” así también nosotros sabemos de qué estamos hechos en cualquier contexto por muy difícil que sea.

           ¿Pienso, actúo y hablo de la misma manera con mi familia, amigos, circulo de trabajo, sociedad, etc? ¿Mis valores son los mismos en todos los contextos? ¿Soy el mismo en todos lados?

ree

            El libro del Sirácide nos recuerda que conocemos a las personas por su forma de razonar, hablar y por sus frutos. Del mismo modo el evangelio nos dice que: “cada árbol se conoce por sus frutos” […] no hay árbol bueno que produzca frutos malos, ni árbol malo que produzca frutos buenos”. En otras palabras, producimos lo que somos y hemos construido a través de los años. Por esta razón, debemos examinar con autocrítica lo que hay en nuestro interior.

            ¡Contemplemos más a Cristo Jesús!, Él es el modelo de nuestra vida; gustemos más de los valores del Reino de Dios para vivir en plenitud. San Lucas nos dio la clave de interpretación para nuestro discipulado cristiano al principio de su evangelio: “el discípulo no es superior a su maestro; pero cuando termine su aprendizaje, será como su maestro”. Si cristificamos nuestra vida, es decir, si vivimos como Jesús nuestra propia vida podremos dar frutos abundantes para la construcción del Reino de Dios.

            Sigamos revisando y trabajando en lo personal y comunitario. Ya San Pablo en la segunda lectura nos sigue exhortando a este trabajo que no es en vano pues se nos ha dado la victoria por nuestro Señor Jesucristo: “estén firmes y permanezcan constantes, trabajando siempre con fervor en la obra de Cristo, puesto que ustedes saben que sus fatigas no quedarán sin recompensa”.

            ¿De qué está lleno nuestro corazón? ¿nuestro corazón es semejante al del Maestro? ¿es un corazón que ha dado buenos o malos frutos? Nunca es tarde, hermanas y hermanos, para examinar nuestro corazón con una dosis de autocrítica de modo que seamos hombres y mujeres que tenemos el corazón lleno del amor de Dios que se desborda por amar y servir a los demás. Que así sea.

 
 
 

Comentarios


bottom of page