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IV Domingo de Pascua

  • Foto del escritor: P. Manuel Hernández Rivera, MG
    P. Manuel Hernández Rivera, MG
  • 22 abr 2024
  • 5 Min. de lectura

Ciclo B

Homilía 21 de abril de 2024

Hch 4, 8-12; 1 Jn 3, 1-2; Jn 10, 11-18.


“Yo soy el buen Pastor”


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Durante esta semana ví por la televisión una noticia que me recordó una experiencia similar en una de mis visitas a la Ciudad de México; resulta que un visitante fue estafado por un taxista que le cobró tres veces más de la cuota correspondiente. Sin duda alguna, este tipo de actitudes nos molesta a muchas personas y genera desconfianza hacia algunos taxistas. Pero no podemos ser injustos con todos, también hay que reconocer a quienes hacen un servicio amable y responsable; quienes disfrutan su trabajo y alegran la travesía de quienes ocupan su servicio.

Por lo tanto, hay buenos taxistas y taxistas asalariados que solo se preocupan por sí mismos.

Podemos notar que hay personas que aman lo que son y hacen, y otros que no terminan de entregarse a lo que se dedican. Pienso en una maestra que ama su labor docente; prepara sus clases generando estrategias para que los alumnos aprendan según sus habilidades, además reconoce que no todos aprenden del mismo modo y se preocupa por ellos; estas maestras no solo destacan por sus habilidades pedagógicas, sino que conocen a cada alumno y en ocasiones comprenden las situaciones familiares que posibilitan o dificultan el aprendizaje y la interacción social. Pero también existen otras maestras que solo les interesa aportar por lo que reciben económicamente, improvisan sus clases, regañan a sus alumnos y no se implican con ellos e incluso no dan más de lo que les corresponde.

Por lo tanto, existen buenos maestros y maestros nada comprometidos que solo cobran su sueldo.

En este sentido pueden escribirse más ejemplos de personas o profesionistas en estos contrastes, como un buen periodista, un buen abogado o un buen padre o madre de familia, y podemos notar que la diferencia entre uno y otro está en la manera en que ama lo que hace y a quienes tienen a cargo.


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¿Por qué hablar del buen taxista o de la buena maestra en esta homilía? Porque en este domingo IV de Pascua Jesús se nos presenta como el “Buen Pastor” tomando un ejemplo de la vida cotidiana de su tiempo y nos propone esta imagen para comprender su persona y confirmar el amor que Dios nos tiene. Ya el pueblo de Israel utilizaba esta imagen para comprender su relación con Dios: Yahvé es el Pastor y el pueblo es su rebaño.

Tal vez esta imagen nos parezca muy lejana a nuestra realidad e incluso a muchas personas no les gusta que se les identifique como ovejas porque no quieren ser dirigidas y gobernadas. Sin embargo, no fue así entre los primeros cristianos, la imagen de Jesús como Buen Pastor fue aceptada en los primeros siglos ya que les ayudaba a comprender el amor y la entrega del Señor por los suyos.

En el evangelio de este domingo aparece Jesús diciendo: “Yo soy el buen pastor. El Buen pastor da la vida por las ovejas”. En primer lugar, Jesús revela su divinidad aludiendo aquella indicación de Yahvé a Moisés en la zarza ardiendo: “Yo soy, me ha enviado a nosotros” (Ex 3, 14); esta recurrente presentación de Jesús en el evangelio de san Juan “Yo Soy el pan de vida, “Yo Soy la luz del mundo”, “Yo Soy el buen pastor”, no es más que la identificando de Jesús con Dios. De este modo, Jesús es quien puede satisfacer las necesidades y los anhelos más profundos del hombre.

En segundo lugar, Jesús se describe como el Buen Pastor. Este termino no hace referencia a una cualidad moral sino a una persona que va más allá de lo que le corresponde; Jesús amó hasta el extremo al grado de entregar su vida. Él es Buen Pastor que es capaz de ir más allá por la oveja perdida, hace una fiesta por el hijo que regresa, por la moneda perdida (cfr. Lc 15). Así como identificamos a la maestra comprometida, al taxista amable, al abogado que lucha por la justicia, a los padres de familia responsables y comprometidos, de ese mismo modo podemos identificar a Jesús entregándose continuamente por los suyos.

Pero la diferencia entre estas personas y Jesús radica en que Jesús es Dios. En esto consiste la novedad cristiana: así como los seres humanos somos capaces de entregarnos a los demás así Dios mismo ha sido capaz de dar la vida por las ovejas. Después de la resurrección los discípulos pudieron reconocer la divinidad de Jesús y testimoniar cómo el buen pastor da la vida por las ovejas.

El Buen Pastor cuida de las ovejas, se arriesga y lucha ante el peligro; en cambio el asalariado huye, las abandona se preocupa por sí mismo y no por las ovejas. Al asalariado solo le interesa obtener su paga y no da más de sí mismo. Podemos identificar algunas personas como los ejemplos anteriores, no para juzgarlas sino para contrastar el amor desinteresado de Dios.

A veces los asalariados no son personas sino situaciones a las que le hemos entregado nuestras vidas; aquellos ídolos o vicios que no están preocupados por nosotros e incluso ponen en peligro nuestras vidas: poder, fama, dinero, alcohol, drogas y pornografía. ¿Acaso le hemos entregado nuestras vidas a estas situaciones que no se preocupan por nosotros sino solo por lo que ellos ganan?

En contraste, el Buen Pastor da la vida por nosotros para que tengamos vida en plenitud. Como dice el salmista, “el Señor es mi pastor, nada me falta, en verdes pastos me hace descansar, junto a aguas tranquilas me conduce” (Sal 23, 1).

El Buen Pastor nos conoce y se deja conocer; quiere que escuchemos su voz y desea reunirnos en un solo rebaño.


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En esta imagen podemos enfatizar el modo en que el pastor se relaciona con las ovejas y por lo tanto, cómo nosotros estamos llamados a relacionarnos con Jesús. Para ello es necesario verdaderamente creer y experimentar que el Buen Pastor da la vida por las ovejas, nos ama y sale a nuestro encuentro; nos conoce y conoce nuestras necesidades, pero también quiere que le conozcamos y que reconozcamos su voz.

El evangelio del día de hoy debe ser una invitación a una relación más profunda y llena de confianza con Jesús; reconocerlo como pastor es reconocernos como un nuevo pueblo amado, perdonado y salvado.

En la primera lectura tomada del libro de los Hechos de los apóstoles, Pedro, lleno del Espíritu Santo, afirma ante las autoridades judías utilizando otra imagen: “Jesús es la piedra que ustedes, los constructores, han desechado y que ahora es la piedra angular. Ningún otro puede salvarnos, pues en la tierra no existe ninguna otra persona a quien Dios haya constituido como nuestro salvador”.

Jesús Buen Pastor, Jesús piedra angular, es el regalo de Dios al mundo. Que estas imágenes nos ayuden a experimentar el amor de Dios para el mundo, a veces palpable en el taxista amable, la maestra comprometida, en el abogado junto, pero sobre todo en su Hijo Jesucristo, Buen Pastor.

 
 
 

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