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Jesús nos espera en la orilla

  • Foto del escritor: Rev. Juan M. Hernandez Rivera MG
    Rev. Juan M. Hernandez Rivera MG
  • 4 may
  • 3 Min. de lectura

Hechos 5, 27b-32. 40b-41, Salmo 29, 2 y 4. 5 y 6. 11 y 12a y 13b

Apocalipsis 5, 11-14, Juan 21, 1-19


Nuevamente queridos amigos compartiendo con ustedes una pequeña homilía, en este domingo tercero de pascua. El día de hoy en la primera lectura seguimos escuchando el libro de los hechos de los apóstoles. Hoy hemos escuchado el juicio que enfrentan Pedro y los discípulos frente a los judíos. Su testimonio sigue siendo motivo de persecución, el proclamar que Jesús ha resucitado, provocaba para la gente con poder un motivo de odio, miedo, rencor y deseo de venganza. Las autoridades pensaban que dando muerte a Jesús su legado quedaría en la cruz, sin embargo, olvidaron que Jesús iba a resucitar y que sus discípulos iban a proclamar sin miedo su resurrección. 


Al final del castigo el relato, nos dice se fueron contentos los discípulos, porque sufrían por la causa de Jesús, dejándonos la enseñanza que la defensa de la verdad, la justicia que radica en nuestro Señor Jesús es mayor alegría que el dolor recibido. En la segunda lectura escuchamos el libro del Apocalipsis donde el discípulo Juan, nos comparte una de sus visiones que recibe, no para tener miedo o incertidumbre, sino por el contrario la esperanza de saber que todo vive y alaba para Dios, por lo tanto, no debemos vivir con miedo en el mundo, sino con alegría de ver que la creación nos manifiesta la gloria de Dios.



Posteriormente escuchamos el Evangelio de San Juan, donde nos narra una de las experiencias que tienen los discípulos con Jesús resucitado. Ellos se encuentran trabajando en la pesca y han estado la noche entera, sin embargo, el resultado no ha sido bueno. La situación mejora hasta que Jesús les indica hacia donde deben dirigir las redes. También hemos escuchado la alegría de Pedro de saber que es el Señor Jesús quien se encuentra ahí. Pedro se viste nuevamente y corre hacia el Señor, donde Jesús los espera con paciencia en la orilla, con un fuego encendido. Dentro del evangelio de hoy hemos escuchado también las preguntas hacia Pedro de parte de Jesús, las tres preguntas que redimen las negaciones que había hecho, ahora Jesús le encomienda la tarea de continuar y apacentar las ovejas como Jesús mismo lo hizo.



Leyendo y meditando estas lecturas, particularmente el Evangelio del día de hoy. Me ponía a pensar en las imágenes que tenemos en el Evangelio. Pensaba en los discípulos yendo en la barca, Pedro corriendo hacia el Señor y Jesús esperándolos en la orilla con el fuego. Pienso en los discípulos trabajando, esforzándose, intentando hacer todo lo humano posible para su trabajo, pero su trabajo no es fecundo sino hasta que Jesús aparece y ellos siguen sus instrucciones. Así nos puede pasar a nosotros en la iglesia, donde pensamos que nuestros esfuerzos propios solo bastan para nuestro trabajo pastoral, pensamos en que haciendo todo por nuestro camino podemos obtener grandes resultados y hoy el evangelio nos dice; yendo en dirección lejana de Jesús, el trabajo no da frutos abundantes. Por lo tanto, no debemos alejarnos de Jesús, para producir grandes frutos.



Cuando decidimos regresar a Jesús, él nos espera siempre con un fuego encendido, que no solo nos alimenta, sino que nos da consuelo, nos seca y nos fortaleza. Jesús no se cansa de esperar por nosotros, él sigue en la orilla manteniendo el fuego que desea compartir con nosotros, ese fuego que hace que nuestros corazones se muevan, que encuentren la razón importante para vivir. Y nosotros tal vez debemos revestirnos como Pedro, no por vergüenza sino, por la dignidad que cargamos por ser sus hijos. Que ahora cada uno de nosotros estamos revestidos de la gloria de Jesús en su resurrección, por lo tanto, correr hacia Jesús será la forma de recordarnos esta dignidad la cual tenemos como sus hijos.


Estando con Jesús, no habrá necesidad de preguntar si es él, así como los discípulos no lo hicieron. Nuestro corazón no lo dirá. No tendremos dudas o miedos, sabremos que estamos con él. Así como Pedro se sabe perdonado, amado, reconciliado y reinstalado, nosotros también aceptemos el amor y perdón que Jesús nos regala.



Que no olvidemos que siempre está ahí llamando desde la orilla y esperando con paciencia a que regresemos con él, para compartirnos de ese fuego que enciende nuestras vidas. Nosotros también podemos seguir la encomienda de apacentar a sus ovejas, de amarlas, así como Jesús y después Pedro hicieron, pero sin olvidar que somos parte de esas ovejas apacentadas. Ser constructores del Reino de Dios y de su Justicia, nos hace parte de continuar su misión.


Finalmente, queridos amigos, invitándolos siempre a no alejarnos de Jesús y recordar que nada puede importar más que encontrar a Dios y que siempre podemos regresar a la orilla para dejarnos encontrar por Dios que siempre nos espera. Tengan un excelente domingo y saludos en Jesús, Resucitado y Misionero del Padre.

 
 
 

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