Jesús nos Libera
- Rev. Juan M. Hernandez Rivera MG
- 5 abr
- 3 Min. de lectura
Isaίas 43, 16-21, Salmo 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6,
Filipenses 3, 8-14, Juan 8, 1-11
Nuevamente queridos Amigos compartiendo una homilía, en este quinto domingo de cuaresma. El día de hoy hemos escuchado al profeta Isaías, donde él les recuerda al pueblo los grandes actos que hizo Dios por ellos, al liberarlos de la esclavitud. Pero también los invita a mirar el futuro con esperanza, conociendo que Dios sigue haciendo cosas nuevas y buenas por su pueblo. En una segunda parte hemos escuchado a San Pablo, quien nos comparte su experiencia de haber dejado todo, por seguir a Jesús. Pero no lo comparte en forma de arrogancia o de soberbia, por el contrario, muestra con humildad su deseo de poder estar más cerca con Jesús. Que sigue lejos de ese ideal de discípulo, pero que en el camino sigue aprendiendo y soltando todo aquello que no lo acerca a Jesús. Sabiendo que nada puede importar más que encontrarse con él.

En el Evangelio escuchamos a San Juan, donde nos describe aquella escena donde Jesús esta enseñando primero en el templo, pero que los Judíos siguen queriendo poner a prueba. Moldeando la ley a su modo y dejando de lado de la misericordia y guiándose por el legalismo de la ley. Jesús deja probablemente una de las frases más bellas del evangelio; “El que esté libre de pecado que arroje la primera piedra”. Jesús sin duda alguna conocía los corazones de todos y en aquello que pecaban, sin embargo, escondían. Finalmente, Jesús deja la frase que resume la misericordia perfectamente; “Tampoco yo te condeno. Vete y no vuelvas a pecar”. No hay condena para la mujer, pero si hay perdón, amor, vuelta de su dignidad y reincorporación a la vida ordinaria de parte de Jesús.

Leyendo y meditando estas lecturas, recordaba dos cosas. La primera cuando estaba en el seminario, teníamos un rector que siempre utilizaba el ejemplo de dos puertas. Decía de una sales de un lugar y en la otra vas a poder entrar. Pero muchas veces nuestro rector decía; el seminarista se pone en medio y abre una, pero no cierra la otro por completo por el miedo a lo desconocido. Y es verdad no solo a los seminaristas o sacerdotes tienen miedo. Cada uno de nosotros sabemos que debemos dejar muchas cosas para un seguimiento mejor de Jesús. Pero el miedo muchas veces no nos deja, tememos a lo nuevo y pensamos que lo viejo es lo bueno para nosotros. Sin embargo, olvidamos que Dios hace todo nuevo y que no dejara de sorprendernos. San Pablo ya no los dice hoy; lancémonos hacia al frente, hacia la meta que es Dios y por seguro que no quedaremos defraudados.

En un segundo momento pensé en el Evangelio que, para hacer un seguimiento de Jesús, muchas veces tememos dejar nuestro pasado, o pensamos que nuestros pecados son mayores y que Jesús no nos ha de perdonar por ellos. Siempre el pensar que nuestros pecados son muy grandes y por tanto, no merecer ser perdonados, es una trampa del mal, que nos invade la mente, el corazón y nos hace vivir con la mirada hacia abajo y cargando un peso incensario, pensando en que Jesús nos juzgara. Sintiendo que la gente nos juzga y por lo tanto cargamos un peso que no nos corresponde. ¿Dónde están aquellos que te condenan? Jesús los ahuyenta con el poder de la misericordia que él conoce del Padre y que, por tanto, Jesús mismo nos la comparte.

Jesús no la comparte por lastima, por el contrario, es parte de la misión que el Padre le hado y por amor nos libera de esa carga y nos lleva a vivir una vida plena. Jesús nos puede decir hoy lo mismo que a la mujer del evangelio. “Yo no te condeno”. Entonces podemos vivir seguros de que Jesús nos quiere cerca, a pesar de nuestros miedos, nuestras fallas, pecados y debilidades. Todas ellas se hacen fuertes porque Jesús no nos condena, por el contrario, nos acepta, nos abraza y nos re-incorpora a la vida cercana a Dios.
Finalmente, queridos amigos vivamos abiertos a experimentar la meta de Dios, de dejarnos guiar para también sorprendernos por lo nuevo que tiene Dios para nosotros. Y también vivir abiertos al perdón de Dios y mejor aún al no juzgar a los demás, para así permitir que la acción misericordiosa de Dios alcance a todos. Les deseo un excelente domingo a todos, Saludos en Jesus, el misionero del Padre.
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