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Me ha Dicho todo lo que he Hecho.

  • Foto del escritor: Rev. Juan M. Hernandez Rivera MG
    Rev. Juan M. Hernandez Rivera MG
  • 22 mar
  • 3 Min. de lectura

Éxodo 17, 3-7, Salmo 94, 1-2. 6-7. 8-9. 

Romanos 5, 1-2. 5-8, Juan 4, 5-42


Una vez más queridos amigos compartiendo con ustedes una pequeña homilía. El día de hoy hemos escuchado en la primera lectura el libro del éxodo, donde nos narra la historia y confrontación que tuvo Moisés con el pueblo de Israel, donde después de algunos días la gente se iniciaba a desesperar. Y cuestionaba la ayuda de Dios y el poder de Moisés. Sin embargo, la mano de Dios aparece nuevamente para ayudar a su pueblo. En la segunda lectura escuchamos a un San Pablo a los Romanos, dándoles ánimos, diciendo que todos hemos sido salvados por Jesús, el que murió por todos. San Pablo nos recuerda que Jesús hizo un sacrificio mayor, porque es muy fácil sacrificarse por los justos, pero Jesús lo hizo también por nosotros pecadores, dándonos el perfecto ejemplo de Amor sin límites.



Y escuchamos con su carta con un mensaje hermoso, el cual hemos estado escuchando en este año jubilar “La esperanza no Defrauda, porque Dios nos infundió su amor en nuestros corazones”. Invitándonos a vivir nuestra vida con esa esperanza la cual Dios nos regala. Y en el Evangelio de hoy escuchamos el relato de la Samaritana y Jesús. Este relato que nos describe el hermoso encuentro entre Jesús y esa mujer, pero que también se entiende como un encuentro universal, donde Jesús muestra que, a pesar de haber nacido en un contexto judío, la salvación es universal y no se limitó a un pueblo o raza. La mujer samaritana, descubre en este encuentro quien es el Mesías y que, por tanto, la invita a anunciarlo, es este encuentro se revela la actitud salvadora de Jesús y el infinito amor y misericordia la cual Dios tiene para todos nosotros.



Leyendo y Meditando estas lecturas el dia de hoy me recordaba cuando estaba en el seminario, durante el año de espiritualidad que hacemos los misioneros de Guadalupe, reflexionábamos junto con nuestro formador en donde nos encontramos a Dios. Pensábamos los lugares donde Jesús nos puede encontrar y, por tanto, nos invitaba a su proyecto del Reino y su Justicia. Y en este evangelio recordé aquella experiencia y pensaba que realmente un encuentro con Jesús nos puede cambiar, que pasamos por nuestra vida buscando algo trascendental en nuestras vidas y en realidad lo que más puede importar en nuestras Vidas es encontrar a Dios. La mujer samaritana lo tuvo y representa el mejor ejemplo de Discípulo y de alegría que se puede tener al encontrarse a Jesús.



Primero ella lo ve como un judío más, después lo empieza a reconocer como Señor. En un tercer momento ya lo empieza a ver como un profeta, posteriormente la reconoce como Mesías y finalmente, sale corriendo a anunciar que se ha encontrado con el Salvador del Mundo. Ella ya no puede callar lo que ha experimentado. La samaritana menciona “me ha dicho todo lo que he hecho”, pero nunca ha mencionado que Jesús la haya excluido, por el contrario, se siente amada y liberada. Ha experimentado una profunda paz y alegría que no puede guardar para su ser y necesita compartir con su pueblo. Lo mismo pasa con nosotros, Jesús nos conoce, nos ama y nos libera de la carga que tengamos, nos permite vivir con alegría, nos hace querer compartirlo para que otros lo conozcan también y nos hace vivir con dignidad, sabiéndonos que somos salvados y aceptados como hijos de un mismo Padre.




En aquella reflexión cada uno de mis amigos y el padre mencionábamos lugares, momentos, situaciones donde creímos que encontrábamos a Jesús. Pero leyendo este evangelio me confirma nuevamente “Jesús estaba ya ahí sentado esperando, cuando la mujer se acercó”. Es decir, Jesús ya nos esperaba ahí, donde nosotros salimos a buscarlo. No tengamos miedo amigos de hablar y reconocer a ese Jesús que tal vez solo nos pide algo pequeño, como un vaso de agua. No cerremos el corazón a su amor, a su perdón y a esa alegría que solo un encuentro con Jesús nos puede regalar.

Finalmente, queridos Amigos, los quiero invitar a vivir una vida abierta a la voz de Jesús, que podamos imitar la actitud de la mujer samaritana y vivir con la alegría del encuentro de Jesús y por tanto ser parte de ese proyecto de anunciar el Reino de Dios y su Justicia. Me despedido diciéndoles, gracias y deseando que tengan un excelente domingo. Saludos en Jesús, el misionero del Padre.

 
 
 

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