Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo
- Héctor Javier Tornel

- 1 jun 2024
- 4 Min. de lectura
Homilía en Junio 2, 2024.
Ciclo B
Ex 24: 3-8; Ps 116; Heb 9: 11-15; Mk 14:12-16, 22-26.
Tomad; esto es mi cuerpo
Comer es una necesidad humana esencial; comemos al menos tres veces al día y, a veces, comer es una excusa para reunirnos con alguien o reunirnos con un grupo de personas. Mientras comemos, solemos compartir conversaciones importantes, tratos, risas e incluso chistes. Podemos comer en un restaurante caro o en la calle en un puesto de taquitos, pero la mayoría de la gente disfruta compartiendo el pienso con su núcleo familiar en casa. La calidez de nuestra casa es única, al igual que la familia a la cual pertenecemos siempre nos recuerda infinidad de momentos y recuerdos. Por eso la confianza y comodidad que logramos en la casa con nuestra familia es mejor que en cualquier restaurante o lugar. Nuestra familia siempre nos recuerda nuestra historia y, nos permitimos expresarnos en libertad.

De hecho, comer es una acto vital porque nos dota de vitaminas necesarias para trabajar y completar nuestra jornada día con día. En el evangelio Jesús le da un papel importante a este acto de comer, él siempre participando y organizando muchos banquetes, especialmente para los excluidos. Los banquetes en el evangelio representan una celebración de gratuidad, es decir, los banquetes simbolizan el agradecimiento a Dios porque el Reino está con nosotros, ya no hay cabida para el hambre. El alimento es la recompensa de Dios, y es fruto del trabajo humano, pero sobre todo, es un regalo de Dios. Por lo tanto, nuestra alimentación representa los sufrimientos y dolores del humano durante el trabajo, pero también representa la felicidad, alegría y gratitud del humano hacia Dios durante el banquete.

Moisés y el pueblo de Israel celebraron una alianza con Dios a través de un banquete, que simbolizaba la experiencia de Dios entre su pueblo. Erigieron un altar al pie del monte, ofrecieron holocausto y rociaron sangre sobre el altar; en este contexto, la sangre significa vida (porque proviene de la vida de los animales), que es rociada sobre el pueblo, y Moisés les recuerda: "Esta es la sangre de la alianza que el Señor ha concertado con vosotros, de acuerdo con todas estas palabras." El pueblo de Israel fue guiado por Dios, quien les dio la ley, y él los acompañará durante todo su camino.
Sin embargo, el banquete más importante para el pueblo de Israel era la Pascua; esta liturgia de la alianza la celebraban todos los años. Jesús aparece en el evangelio de hoy pidiendo a sus discípulos que preparen este banquete; sin embargo, Jesús celebra una nueva Pascua, su propia Pascua. Jesús dice a sus discípulos: “[…] Tomadlo; este es mi cuerpo." Y “Esta es mi sangre de la alianza, que por muchos será derramada”. Con estas palabras Jesús está haciendo un signo en memoria de toda su entrega en el mundo hacia con los otros; significa que toda la vida de Jesús fue una jornada especial con su pueblo amado. En otras palabras, Jesús sanó a la gente, escuchó los corazones necesitados, amó a todos, compartió el alimento sentado a la mesa con los más pobres y, enseñó la nueva ley de Dios (el reino de Dios). Ahora que Jesús va a dar su vida en la cruz, da por concluida su misión, que finaliza con su muerte y resurrección.
Hermanos y hermanas, ese es precisamente el significado de la Eucaristía: dar la vida por el otro. Eucaristía significa ayudar a los demás; es dar mi vida en la vida diaria, aunque a veces nuestra jornada pueda ser muy agotadora y, a veces dolorosa y decepcionante. La comunión es la desesperanza del ser humano; es unión con los demás; ponemos nuestros sufrimientos en el altar, sabiendo que Dios tomará todos esos y los transformará en gracia; es también nuestro sacrificio, porque sabemos que hay más felicidad en dar que en recibir.

El mensaje de hoy nos anima a seguir trabajando por el Reino de Dios, sabiendo que Dios no quiere apariencias o ritos vacíos; Él quiere que nuestras vidas se unan a él en la Eucaristía, lo que significa que nuestro camino es toda una oblación a Dios como Jesús hizo con toda su vida. El vino y el pan se convierten en cuerpo y sangre; es decir, nuestro trabajo y esfuerzo están unidos a Jesús en la cruz, en cuerpo y sangre. Ésta es la lógica de la Eucaristía: recibimos a Jesús que nos ama y sana nuestras fragilidades para amar a los demás y ayudarlos en sus fragilidades, y esto dura toda nuestra vida. No se canse de trabajar duro para su familia, comunidad, amigos o cualquier otra persona. El banquete es un recordatorio de ir con los más necesitados y abandonados; la eucaristía nos pide ir con los que carecen de vida.
La eucaristía, esta mesa comunitaria, hoy más que nunca nos recuerda que hay muchos invitados al banquete pero que aún no comulgan. Y nos recuerda que nosotros como comunidad de cristianos pertenecemos a una comunidad a veces muy complicada, como lo es hoy en día nuestra sociedad mexicana. La eucaristía nos interpela hoy a llevar esta comunión en nuestra condición de civiles, en la participación de estas elecciones; haciendo un discernimiento de cuál es el mejor camino para nuestro México. Hoy, como los discípulos le preguntan al Señor "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?" El nos responde como les mandó a ellos "Vayan a la ciudad" , es decir, vayamos a llevar esta Pascua del Señor a nuestra sociedad que necesita amor y, hoy más que nunca discernimiento responsable, la comunión no se queda solo en el templo, sino que vas allá, en nuestros trabajos y familias y, hoy tomando una decisión dentro de una casilla electoral, donde decidimos que es lo mejor para nuestra sociedad, dejando de lado nuestros ideales y beneficios personales.
Cada vez que celebramos la Eucaristía, celebramos el Reino de Dios. “No volveré a beber el fruto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo en el reino de Dios”. Solo a través del pan que da vida podemos alcanzar la plenitud y el amor de Dios. La iglesia, queridos hermanos y hermanas, es nuestro hogar; es una casa cálida donde comemos el pan más rico. No es el más caro, no es el más deseado del mundo, pero sí el más preparado con amor y sacrificio para satisfacer nuestra vida con plenitud y felicidad, compartiendo en familia. La eucaristía es un pan celestial y, cada persona está invitada por Dios y la comunidad.






Vayamos pues y demos lo mejor de nosotros cada día, en el nombre del Padre del Hijo y de Espíritu santo.
Que así sea.