Tercer Domingo del Tiempo Ordinario
- Michelle Orellana, SSpS.

- 23 ene
- 4 Min. de lectura
“Reflexionando sobre la Palabra: Un llamado a la reverencia y la acción”
El Tercer Domingo del Tiempo Ordinario nos invita a reflexionar profundamente sobre la Palabra de Dios y su poder transformador en nuestras vidas. Las lecturas de este día enfatizan la importancia de la reverencia hacia la Palabra de Dios, la unidad del Cuerpo de Cristo y la misión de Jesús, tal como se proclama en el Evangelio. A través de estas Escrituras, se nos llama a examinar nuestra relación con la Palabra de Dios y cómo esta moldea nuestras vidas y comunidades.
La Primera Lectura del libro de Nehemías (Neh 8, 2-4a. 5-6. 8-10) destaca cuatro puntos esenciales:

1. El lugar de la Palabra: Esdras se coloca “más alto que todo el pueblo”, lo que simboliza el lugar elevado de la Palabra de Dios. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Qué lugar ocupa la Palabra de Dios en nuestras vidas? ¿Forma parte de nuestra rutina diaria o le damos un lugar especial y honrado en nuestros corazones y acciones?
2. Reverencia al Señor: La respuesta del pueblo a la lectura, “inclinándose y postrándose con el rostro en tierra”, refleja una profunda reverencia. Esto nos desafía a reflexionar sobre la reverencia que mostramos hacia la Palabra de Dios, reconociéndola como la presencia de Dios entre nosotros.

3. Raíces hebreas y la palabra “Amén”:El pasaje menciona dos veces a los “niños lo suficientemente mayores para entender”. Aunque la ceremonia moderna delbarmitzváse desarrolló después de la época de Jesús, sus raíces se basan en antiguas tradiciones judías. En la cultura judía antigua, alcanzar la edad de 13 años marcaba la transición a la adultez, con la responsabilidad de seguir los mandamientos (mitzvot) establecidos en la Torá. Este concepto existía mucho antes de la época de Jesús, aunque no había una celebración formal asociada con esta transición.

Por otro lado, la palabra hebrea “amén” (אָמֵן) tiene una rica etimología arraigada en los conceptos de fidelidad, verdad y confiabilidad. Su significado proviene de la raíz אָמַן (aman), que significa “confirmar”, “apoyar” o “ser fiel”. Está relacionada con la idea de algo estable, confiable o verdadero. La palabra “Amén” también se vincula con el concepto de emuná (אֱמוּנָה), que significa fe o fidelidad. En nuestro uso litúrgico, “amén” expresa acuerdo, afirmación o confianza en la verdad o confiabilidad de lo que se ha dicho. Puede significar: “Es verdad”, “Así sea” o “Lo afirmo”. En una sola palabra, “amén” se centra en la fe, la verdad y la confiabilidad, reflejando una profunda afirmación de lo que es estable y verdadero.
4. Regocijarse en el Señor:La invitación a “no estar tristes ni llorar” nos llama a encontrar fortaleza al regocijarnos en el Señor. En momentos de oscuridad o incertidumbre, mantener la Palabra de Dios en nuestros corazones nos recuerda sus promesas y su presencia, asegurándonos que nunca estamos solos.
Como en la Primera Lectura, el Salmo Responsorial (Salmo 19, 8. 9. 10. 15) describe bellamente la Palabra de Dios como el “libro de la ley del Señor”. Sus decretos, preceptos y mandamientos son perfectos, confiables y verdaderos. Refrescan el alma, dan sabiduría a los sencillos, alegran el corazón e iluminan los ojos. Esta reflexión nos anima a abrazar la Palabra de Dios como fuente de alimento espiritual y guía.
La Segunda Lectura, tomada de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios (1 Cor 12, 12-30), utiliza la imagen del cuerpo. San Pablo enfatiza la interconexión y la importancia de cada miembro: “El ojo no puede decir a la mano: 'No te necesito', ni la cabeza a los pies: 'No te necesito'”. Incluso las partes que parecen más débiles son indispensables. Esto nos llama a la unidad y a la preocupación mutua dentro del Cuerpo de Cristo, para que no haya divisiones entre nosotros: “Las partes deben tener el mismo cuidado unas por otras”.
Al reconocernos como una parte importante del cuerpo, también se nos invita a reflexionar personalmente: ¿A qué estoy llamado en este mundo? ¿Cuál es mi misión única? ¿Cómo puedo contribuir a la armonía y propósito del cuerpo de Cristo?

En el Evangelio (Lc 1, 1-4; 4, 14-21), Lucas subraya la importancia de los testigos presenciales y los ministros de la Palabra. Después de investigar todo cuidadosamente, escribió los eventos en una secuencia ordenada. Cuando Jesús regresó a Galilea, enseñó en sus sinagogas y fue alabado por todos. Llegó a Nazaret y, según su costumbre, entró en la sinagoga en el día de reposo.
Jesús desenrolló el pergamino (como Esdras en la Primera Lectura abrió el pergamino), se puso de pie y leyó el pasaje del profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar la buena noticia a los pobres. Me ha enviado a proclamar la libertad a los cautivos y la recuperación de la vista a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor”. Esta declaración nos invita a alinear nuestras vidas con Su misión, llevando esperanza y sanación a los demás.
Las lecturas del Tercer Domingo del Tiempo Ordinario nos recuerdan el poder transformador de la Palabra de Dios. Nos llaman a honrar su lugar en nuestras vidas, vivir en unidad como miembros del cuerpo de Cristo y abrazar la misión de Jesús. Al reflexionar sobre estas Escrituras, que podamos encontrar gozo y fortaleza en el Señor, permitiendo que Su Palabra nos guíe y sostenga en todas las etapas de la vida. Salgamos con fe, proclamando la verdad y el amor de Dios al mundo.
Michelle Orellana, SSpS.




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