Domingo XVIII del Tiempo Ordinario
- Michelle Orellana, SSpS.

- 12 oct 2024
- 5 Min. de lectura

XXV Domingo del Tiempo Ordinario
Ciclo B
Homilía 12 de octubre de 2024
Sabiduría 7:7-11
Salmo 90:12-13,14-15,16-17
Hebreos 4:12-13
Marcos 10:17-30
La Luz de la Sabiduría: Un Camino hacia Dios
Hoy, en el Vigésimo Octavo Domingo del Tiempo Ordinario, la liturgia nos invita a reflexionar sobre el verdadero valor de la sabiduría y cómo ésta, junto con la bondad, proviene de Dios y supera todas las riquezas terrenales. En el Evangelio, Jesús nos desafía a ir más allá de la mera observancia de mandamientos para entrar en una relación más profunda con Él, donde Dios se convierte en el centro de nuestra vida y nuestras prioridades. A través de estas lecturas, se nos invita a examinar qué lugar ocupa Dios en nuestro corazón y a preguntarnos: ¿Estamos dispuestos a dejarlo todo para seguirlo y recibir la verdadera sabiduría y riqueza que sólo Él puede ofrecer?
La primera lectura del Libro de la Sabiduría (Sabiduría 7, 7-11) forma parte de la sección central del libro, concretamente una alabanza a la sabiduría (ḥokmah) que se encuentra en los capítulos 6:22 al 9:18. Aquí vemos que la posesión de la sabiduría es el resultado de una actitud religiosa y de la oración (7:7-10)[1]. En este pasaje, la sabiduría es alabada bajo el nombre de PRUDENCIA, que es igual al ESPÍRITU DE SABIDURÍA. El autor expresa que prefiere la sabiduría antes que cetros y tronos, oro y plata, porque las riquezas de este mundo (salud y belleza) no son nada en comparación con ella. En pocas palabras, la sabiduría es como una luz que nunca se apaga. Con ella vienen todas las cosas buenas: riquezas innumerables. Pero, ¿qué significa esta sabiduría para nosotros?

Según algunos estudios bíblicos, la perspectiva que el autor ofrece del concepto de sabiduría es “como atributo divino y como manifestación de la soberanía de Dios sobre el cosmos y sobre la historia, expresando con amplitud el modo con que Dios gobierna e interviene en todos los acontecimientos de la creación”[2]. Por lo tanto, la sabiduría es, de hecho, la presencia de Dios que gobierna el mundo y la historia. En esta línea de pensamiento, el “Texto central es Sb 7, 25-26, donde se proclama que la sabiduría es «un hálito del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del Omnipotente, por lo que nada contaminado le afecta. Es reflejo de la luz eterna, un espejo inmaculado de la actividad de Dios e imagen de su bondad”[3]. En otras palabras, la sabiduría es la luz que nunca se apaga, un reflejo de la luz eterna, que en última instancia señala a Dios mismo.
El Salmo Responsorial (Salmo 90, 12-13, 14-15, 16-17), similar en tema al Libro de la Sabiduría, es una oración y una súplica de misericordia, compasión y sabiduría del corazón. En esencia, es un clamor por el amor de Dios: “Sácianos de tu amor, Señor”.
En la Segunda Lectura, tomada de la Carta a los Hebreos (Hebreos 4, 12-13), el autor resalta la vitalidad y el poder de la Palabra de Dios, así como su capacidad de penetrar en lo más profundo del ser humano, “juzgando los pensamientos y las intenciones del corazón”. Cuando el autor escribe “penetrando entre el alma y el espíritu, las articulaciones y la médula”, está subrayando que la Palabra de Dios alcanza todas las dimensiones del ser humano porque todo está al descubierto ante Sus ojos. Como peregrinos en este mundo, estamos llamados a vivir en esta Palabra y a creer que Dios es el principio y fin de todo lo creado.
El Evangelio de este domingo (Marcos 10, 17-30) nos invita a reflexionar en tres puntos clave: primero, la expresión “Maestro Bueno” y la respuesta de Jesús, “¿Por qué me llamas bueno?”; segundo, el diálogo sobre los mandamientos; y por último, en consonancia con el Libro de la Sabiduría, la afirmación de Jesús: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios. Todo es posible para Dios”.
1. La expresión “Maestro Bueno”
El hombre que se arrodilla ante Jesús lo llama “Maestro Bueno”. Sin duda, Jesús es un maestro, pero la palabra “bueno” tiene un significado más profundo en hebreo. El término para “bueno” (טוֹב, tov) en el Antiguo Testamento funciona tanto como adjetivo como sustantivo.
- Como adjetivo: “Tov” describe algo que tiene cualidades positivas, es moralmente correcto o deseable. Es decir, la bondad es más superficial o externa, algo añadido externamente.
- Como sustantivo: “Tov” también puede referirse a un concepto abstracto de bondad o a lo que es beneficioso o correcto en esencia. Es decir, es la bondad en sí misma, parte intrínseca de Dios mismo.
Además, en el pensamiento judío, la bondad absoluta es una cualidad exclusiva de Dios. En este sentido, Jesús no está negando que Él mismo sea bueno, sino que está señalando que la verdadera bondad proviene de Dios. Es así que este trasfondo del diálogo también tiene la intención de hacer que el joven rico se cuestione sobre lo que realmente considera “bueno”.

2. Los Mandamientos
En el Antiguo Testamento, los Diez Mandamientos fueron dados a Moisés en el Monte Sinaí (Éxodo 20, 1-17; Deuteronomio 5, 4-21). En el Evangelio de hoy, Jesús repite los mandamientos al hombre, manteniendo la tradición oral judía sobre los mandamientos. Sin embargo, Él añade de manera indirecta otros dos mandamientos que resumen a los demás: el mandamiento de amar a Dios y el de amar al prójimo como a uno mismo. Al vivir estos dos mandamientos, uno puede desprenderse de las posesiones terrenales y darlas a los pobres, quienes también son nuestros prójimos. Así, el significado de este pasaje va más allá de simplemente seguir reglas o cumplir deberes. Nos invita a preguntarnos: ¿Qué mandamientos estamos siguiendo y por qué?
3. La Afirmación de Jesús: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios. Todo es posible para Dios”
A veces intentamos resolver nuestros problemas confiando solo en nuestras propias fuerzas y no logramos los resultados que esperamos. Pero cuando reconocemos que nuestra fuerza proviene de Dios, quien nos da la gracia necesaria para enfrentar nuestras luchas diarias, todo se vuelve posible. Así que respondamos como Pedro: “Lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. Te hemos entregado nuestras preocupaciones, problemas, tristezas y dificultades; Señor, ayúdanos a enfrentar todos los desafíos de nuestra vida.
En suma, las lecturas nos recuerdan que la verdadera sabiduría y bondad provienen solo de Dios (la fuerza), superando todas las riquezas terrenales. Jesús nos invita a ir más allá del simple cumplimiento de reglas hacia una entrega y confianza más profunda, poniendo a Dios en primer lugar en nuestras vidas. Cuando hacemos esto, todo se vuelve posible a través de Él.

[1] Cf. TABET Miguel Ángel, Introducción al Antiguo Testamento. Libros poéticos y sapiensales, Palabra, Madrid 2007, 241.
[2] Ibid., 242.
[3] Ibid., 246.





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