XI Domingo del Tiempo Ordinario
- P. Manuel Hernández Rivera, MG

- 17 jun 2024
- 4 Min. de lectura
Ciclo B
Homilía 15 de junio de 2024
Ez 17, 22-24; 2 Cor 5, 6-10; Mc 4, 26-34.
“Todo es gracia”

Parece que la lógica de Dios es la simpleza o la sencillez. Una vez conversé con un amigo sobre la forma en la que, desde nuestro entender, Dios actúa; y llegamos a la conclusión que se puede percibir su presencia en lo simple, sencillo y cotidiano.
Desafortunadamente vivimos en un mundo que anuncia lo contrario, es decir, lo compuesto, grandioso y majestuoso, lo extraordinario, etc. Si bien, también son momentos o situaciones dignas de admirar porque muestran el potencial humano, cuando se corrompen, surge el egoísmo, la soberbia y la vanagloria. Por lo tanto, es muy difícil encontrar a Dios en estas situaciones.
Parece que la lógica de Dios es la sencillez. Mientras el pueblo de Israel esperaba que el mesías naciera de un reino, éste nace en un pesebre pobre de Belén; mientras esperaban a un mesías rey caudillo, éste se nos revela como un mesías siervo sufriente que anuncia el Reino de Dios de una forma distinta, invitándonos a verlo en lo simple y contándonos parábolas en las que se aprecia la fuerza vital de Dios en lo aparentemente insignificante.
El evangelio de este domingo XI del tiempo ordinario, tomado del evangelista Marcos, nos presenta a Jesús diciéndole a la multitud que el Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra, “pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece”.

En una actividad cotidiana de la vida, Jesús muestra cómo acontece el Reino de Dios entre nosotros y nos deja ver cómo es ese Dios del Reino. En primer lugar, el sembrador ha hecho su trabajo y se ha esforzado por hacer lo que le corresponde en la cotidianidad de su vida, sin embargo, le es desconocido cómo crece y da fruto la planta, es decir, el Reino de Dios es un don y regalo de Dios que crece una vez que lo hayamos sembrado en nuestra cotidianidad. A nosotros nos toca abrir espacios del Reino de Dios, esto es, acogerlo y construirlo y Dios se encargará de su crecimiento y de sus frutos.
En segundo lugar, esta parábola refleja el proceso dinámico y paradójico del Reino de Dios. Por una parte, el reino crece por sí solo con la fuerza vital pues es Dios quien lo sostiene y, por otra parte, aparece en algo aparentemente insignificante que cobra una fuerza que no tiene fronteras. Este es el caso se la semilla de mostaza, “la más pequeña de las semillas” que es capaz de convertirse en el mayor de los arbustos en cuyas ramas pueden anidar los pájaros.
En ocasiones he quedado sorprendido al conocer a personas a quienes la sociedad tiene por insignificantes y dan testimonio de la presencia de Dios entre nosotros; o lugares y situaciones poco atractivas como zonas marginales, reclusorios y hospitales donde se percibe una apertura al Dios del Reino.
El Señor nos dice que el Reino de Dios ya está presente, está aquí. El Reino de Dios es don y regalo. Ha sido sembrado en personas sencillas pero comprometidas en amar a quienes tienen a su lado pero que dan un paso más por amar a los que están solos y desconsolados; está en aquellos que luchan por la justicia y la igualdad; en aquellas personas que tienen poco materialmente hablando y son ricos en generosidad. Y ahí, está la fuerza de Dios que lo ama todo y que provee con su gracia los trabajos y esfuerzos de quienes una vez acogiendo el Reino se comprometen a construirlo.
El Señor nos invita a trabajar por los asuntos del Reino confiando nuestros esfuerzos a su poder y gracia. Ya san Pablo en la primera lectura exhortaba a la comunidad de Corintio con estas palabras: “siempre tenemos confianza”. Esta es una expresión esencial de la fe porque nuestra seguridad está puesta en el Señor y no solo en nuestros esfuerzos humanos.

San Ignacio de Loyola nos invita a iniciar nuestro examen de consciencia con una actitud de gratuidad; la acción de gracias nos hace caer en la cuenta de lo que Él nos ha dado y a reconocer también nuestros limitados esfuerzos humanos que, con ayuda de la gracia, pueden dar fruto abundante. Esta es la intención de la oración colecta para este día: “puesto que son ti nada puede nuestra humana debilidad, danos siempre la ayuda de tu gracia”. Los que confiamos y esperamos en Dios, sabemos que él nos ha dado más de lo que nosotros podríamos hacer por nosotros mismos.
¡Todo es gracia! El sostiene nuestros esfuerzos y trabajos cuando nos comprometemos a construir su Reino. En él ponemos nuestra confianza porque “eleva a los árboles pequeños […] hace florecer los árboles secos” (profeta Ezequiel). Él actúa con su propia lógica sacudiendo la nuestra. Pidámosle pues un corazón sencillo y lleno de confianza para reconocer la fuerza transformadora del Reino que acontece en lo simple, sencillo y cotidiano de la vida. Ahí descubriremos que ¡Todo es gracia!





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